QUÉ VER EN VIENA: LA KARLSKIRCHE.
La maravilla que surgió de la peste
En el año 1679, una virulenta epidemia de peste barrió la ciudad de Viena, residencia imperial de los Habsburgo austriacos. El emperador Leopoldo I y la corte real pusieron pies en polvorosa y huyeron de la ciudad mientras observaban horrorizados como la epidemia iba diezmando la población. El balance final fue de 76.000 víctimas y cuando por fin se dio por extinguida, el emperador ordenó la creación de un monumento para celebrar el fin de la epidemia, el pestsaule.
En el año 1713, hubo otro rebrote de peste, y al igual que la epidemia de 1679, parece ser que llegó desde Hungría a través del Danubio. Sin embargo, las autoridades tenían la lección aprendida, y se establecieron unas series de medidas para minorizar su impacto (se crearon comisiones municipales, se eligieron comisarios de barrio, las misas se celebraban al aire libre, se prohibieron las reuniones, etc.)
El balance final de victimas oscila entre las 2.000 y 8.000 víctimas dependiendo de las fuentes, y al contrario que Leopoldo I, su sucesor, el emperador Carlos VI, permaneció en la ciudad, aunque el acceso a la corte estaba fuertemente controlado.
Para celebrar el fin del brote de peste, el emperador ordenó la construcción de una suntuosa iglesia dedicada a Carlos Borroneo. El arzobispo de Milán, beatificado en 1602, es famoso por el papel jugado en la epidemia de peste acontecida en 1576 en Milán, en la que jugó un papel clave llegando incluso a vender todos sus objetos de valor para auxiliar a los afectados.
Las obras se iniciaron en 1716 y finalizaron en 1737, construyéndose la iglesia barroca más bella de la ciudad. Lo primero que nos sorprende, son las dos columnas, que inspiradas en las columna Trajana, relatan la vida del santo.
En la fachada principal, los bajorrelieves del frontón relatan los padecimientos sufridos por los habitantes de la ciudad durante la epidemia, rematando el conjunto, una gran cúpula.
Su interior sorprende por los frescos que decoran las paredes. Los de los laterales fueron pintados por Daniel Gran, y los de la cúpula, por Johann Michael Rottmayr, estos últimos, se conocen como “la apoteosis de San Carlos Borromeo”.
Para poder disfrutar de estos frescos, en el interior de la iglesia hay un ascensor que nos acerca hasta la cúpula, pudiendo contemplar las pinturas a pocos centímetros, una autentica gozada.
UBICACIÓN:
Kreuzherrengasse 1, 1040 Viena
Horario:
Lunes-Sábado: 9.00-18.00
Domingos y festivos: 12-00.00-19.00
Más información: http://www.karlskirche.at/